Amanece iluminando la pared
volcánica que nos sirve de refugio, aunque parece que el viento de ayer ha
calmado, tampoco tenemos que hacer
muchas millas, pero siempre es mejor no tener el viento de frente.
Hoy tendremos que buscar el rezón
del dingui, anoche al montarnos en el muelle, encontramos el cabo roto, seguro
que alguien lo rompió con la hélice, nos servía para mantenerlo separado del
muelle, también tendré que soltar el fondeo que amarré al muerto.
Efectivamente el rezón lo había
cortado una hélice, lo recuperamos. Salimos sin viento, vemos por mar lo que
ayer vimos por tierra. Es otra perspectiva, pero igual de bonita, aunque
descubrimos algunos arcos naturales que desde tierra no se ven.
A media travesía “ma caigo al
agua” -una defensa me representa-
práctica para ver como reacciona la tripulación; una vez “rescatado” nos damos
todos un baño. Comemos pronto unas “TOTANI” especie de calamar local
encebollados que prepara Clarisa.
Llegamos a CAPO GRACIANO, lugar
donde hubo asentamientos neolíticos y numerosos naufragios, cuyos restos se
pueden ver en el museo arqueológico de Lípari.
Fondeamos frente a la cueva del
Bue Marino donde entramos con el dingui.
Terminamos el día fondeados frente
a la CANNA, chimenea volcánica de 70 metros de altura.
Un gin tonic a la vista de esa
extraña formación mientras el sol se
oculta y las brasas para la barbacoa terminan de ponerse incandescentes. ¡Otro
días más! U ¿otro día menos? Sea como sea, el caso es que hemos recorrido otra
isla, que nos ha gustado su estado “primitivo” sin alterar, ya solo nos queda
una, que a priori parece poco más que un peñón, será la última de este
archipiélago tan particular, de origen volcánico.
CLARISA
Me faltan palabras para decir lo
que siento visitando estas islas.
Venía con ganas de conocerlas pero en ningún
momento pensé que este viaje me llevara a sentirme emocionada y maravillada por
tanta belleza natural y por sus entrañables poblaciones.
Cada isla te sorprende
y las sorpresas pueden ser por motivos totalmente distintos. Erupciones, costas
abruptas, pueblecitos con “encanto” atardeceres de ensueño a decir verdad
surgen sentimientos que debían estar dormidos y que han aflorado para hacer de
esta navegación algo muy, muy especial.
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