domingo, 3 de agosto de 2014

Fase E - Día 7


Amanece sobre los palos de los barcos, iluminando el pueblo y el volcán que está totalmente limpio de nueves y vapores, parece tan tranquilo; sin embargo ayer por la noche vimos perfectamente su cumbre iluminada por explosiones, que además eran sonoras.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Después de un baño en agua limpias, con fondo negro, pero… llenas de medusas, vamos a dar una vuelta alrededor de la isla, aunque la verdaderamente interesante será la de por la noche.
Vamos despacio recreándonos en es paisaje duro, de lava y algo de vegetación, el contraste lo ponen algunas casas o barcos.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Las explosiones vienen acompañadas de un penacho de humo negro y muchas piedras que se deslizan por la ladera hasta caer al mar chapoteando, es un espectáculo grandioso a la par que un poco terrorífico ¿quién asegura que en un momento no saldrá todo por el aire? Mejor no pensarlo.

 
 
 
 
 
 
 


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
La siguiente visita es al islote de STROMBOLICIO, de lejos parece un peñasco, pero de cerca impresionan su altura y sus paredes verticales, nos damos un baño en sus aguas profundas.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Después de comer los esforzados “alpinistas” se marchan al volcán, les deseamos que tengan un buen ascenso y descenso y que mientras estén arriba, el volcán les ofrezca ese espectáculo grandioso que son las proyecciones de lava acompañadas de rugidos estentóreos. Luego iremos a buscarles y a ver que nos cuentan, pero eso será ya en la crónica de mañana.
 




JOSÉ FRANCISCO
Mi comentario de hoy va a tener un ligero tinte de pesimismo, pero conste que es una impresión puramente subjetiva. En primer lugar, Stromboli, como población, no es lo que yo pensaba. Esperaba encontrarme con una aldea de pescadores, poco poblada, y resulta que es una población bulliciosa, “asquerosamente” turistizada; claro que la culpa es mía, por haberme conformado con tener, como única fuente de información, mis recuerdos de aquella magnífica película de Ingrid Bergman.
En segundo lugar, me siento frustrado: no me he atrevido a hacer la excursión hasta el cráter del volcán, acompañando a Clari, Alfonso y Miguel Angel, porque no me fío de mis facultades. Después de una vida en la que han abundado las “pequeñas aventuras”, es la primera vez que renuncio a una por no fiarme de mí mismo. No tengo más remedio que reconocer que me estoy haciendo viejo.
Como contrapartida, Strómboli, como fenómeno de la Naturaleza, me ha encantado. Qué maravilla pisar su arena negra; ver como aparece y desaparece el penacho de humo sobre su cumbre; escuchar de noche sus explosiones y contemplar los fuegos de artificio que brotan del cráter; y sobre todo, en nuestra excursión con el barco alrededor de la isla, contemplar, en su cara occidental, una espectacular rampa negra de un kilómetro de longitud, el descenso vertiginoso de piedras incandescentes, pequeñas cometas con cola de humo, hasta estrellarse contra la superficie del agua.

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