viernes, 1 de agosto de 2014

Fase E - Día 5

Hoy estrenamos mes,  Hemos consumido las dos terceras partes del tiempo del viaje.
 
Pasaremos cerca de las temidas Scila y Caribdis que la maga Circe pronosticó a Ulises y del Cabo Peloro, uno de los tres que forman la trinacria, que es el símbolo de Sicilia.
Los barcos tradicionales de la pesca del pez espada, donde el patrón va situado en lo alto de la cofa y un larguísimo bauprés sirve para arponear a los peces que sestean en la superficie.
Daremos un paseo por el pueblo. Sus calles intrincadas y a veces laberínticas, conducen al castillo. Obtenemos bellas imágenes de nuestro barco en ese marco de pescadores en el que tan cómodo se encuentra.
 
 
Si hay sitio libre, entraremos en el puerto de Scilla. Su nombre procede de la mitología griega, una hermosa muchacha era amada por un dios marino, por celos fue transformada en una criatura que devoraba todo lo que se ponía a su alcance, tal y como le ocurrió a seis compañeros de Ulises. Enfrente estaba Caribdis que engullía los flujos marinos incluyendo barcos y tripulaciones. Pero dejemos que sea Homero el que nos describa ambos peligros:

“El uno alcanza el anchuroso cielo con su pico agudo, coronado por un pardo nubarrón que jamás suelta, en términos que la cima no aparece despejada nunca ni siquiera en verano ni en otoño. Ningún hombre mortal, aunque tuviera veinte manos e igual número de pies no podría subir a tal escollo ni bajar de él, ya que la roca es tan lisa que parece pulimentada. En medio del escollo hay un antro sombrío que mira al ocaso, hacia el Érebo, hacia él enderezaréis el rumbo de la cóncava nave, preclaro Odisea. Ni un hombre joven que disparara el arco podría llega con sus tiros a la profunda cueva. Allí mora Escila, que aúlla terriblemente y es un monstruo perverso a quien nadie se alegrará de ver. Tiene doce pies, todos deformes y seis cuellos larguísimos, cada cual con una horrible cabeza en cuya boca hay tres hileras de abundantes y apretados  dientes, llena de negra muerte. Está sumida hasta la mitad del cuerpo en la honda gruta saca las cabezas fuera de aquél horrendo báratro y registrando alrededor del escollo pesca delfines, perros de mar. Por allí jamás pasó embarcación cuyos marineros pudieran gloriarse de haber escapado indemnes pues Escila les arrebata con sus cabezas sendos hombres de la nave de azulada proa.
El otro escollo es más bajo y lo verás.  Odisea, cerca del primero, pues hállese a tiro de flecha, allí hay un cabrahigo grande y frondoso y a su pié la divinal Caribdis sorbe la turbia agua. Tres veces al día la echa afuera y otras tantas vuelve a sorberla de un modo horrible. No te encuentres allí cuando la sorbe, pues ni el que sacude la tierra podría librarse de la perdición. Debes, por el contrario, acercarte mucho al escollo de Escila y hacer que tu nave pase rápidamente, pues mejor es que eches de menos a seis compañeros que no a todos juntos”.

Con esos presagios, es lógico que los patrones de las naves evitaran esas aguas, pero en realidad toda la Odisea es un viaje lleno de pruebas, de trampas, que no es más que una representación de la vida misma, en la que nos vemos obligados a poner a prueba todas nuestras habilidades, inteligencia, astucia, paciencia… En este caso la moraleja sería:
”Entre dos males, hay que elegir el menor y en todo caso afrontarlos con decisión”. Es decir: DEL MAL EL MENOS.
 
 
 
El paso del estrecho de Mesina, lo hacemos bajo unas nubes amenazantes de lluvia, que finalmente descargan sobre nosotros. La corriente es intensa, en algunos casos más de dos nudos y medio, provocando olas y remolinos en la superficie del agua. Los aliscafi, son unos barcos que se elevan sobre el agua con sus patines.
 

 
 
 
 
 
 
 
 
La vista del pueblo con sus casas hasta la orilla del mar y su castillo es muy bonita. En vez de meternos en el puerto decidimos ir a una boya y pasar el día aquí, aunque el mar mueve el barco como un corcho, pero nos llevan y nos traen a tierra cuantas veces queramos.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El tiempo justo de arreglarnos un poco y nos vamos a dar un paseo. Es realmente hermoso, a todos nos gusta su estilo tradicional, sin alteraciones de “modernez” . La gente pesca desde su casa, con la ropa tendida como telón de fondo.
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Coincidimos con unos italianos –padre e hija- muy simpáticos que se interesan por nuestra aventura, nos retratamos con ellos para que salgan en nuestro blog. Tomamos unas cervezas en una terraza volada sobre el mar desde donde se divisa nuestro barco, mecido por las olas. A donde volvemos para comer unas riquísimas pechugas con champiñones preparadas por Clarisa cuya receta debe subir al libro de cocina del barco. Luego una siesta reparadora acunados por las olas, nos prepara para otra visita vespertina al pueblo.
Nos tomamos unas cervezas a la orilla del mar, cuando volvemos al barco nos recomiendan ir al puerto a que la corriente mueve el barco de modo inmisericorde. Así podemos preparar una barbacoa que a todos nos satisface.
 

 


 
JOSÉ FRANCISCO

Scilla es un pueblo mágico, la magia se vive, se palpa, se respira, uno se siente importante cuando se da cuenta de que está compartiendo protagonismo con Ulises; estanos surcando las mismas aguas, viendo los mismos acantilados, mostrando extrañeza ante las mismas cambiantes corrientes del estrecho; nos sentimos hermanos del héroe de Itaca
Pero tenemos algunas ventajas sobre él, Nuestro barco tiene motor, estamos tranquilamente atracados en un puerto iluminado y acogedor, y nos vamos a comer unas salchichas asadas, en cubierta, con una agradable temperatura y arrullados por el Concierto de Aranjuez, teniendo ante nosotros el hermoso panorama de Scilla iluminada. ¡Los siento Ulises!
 
 

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