Noche húmeda, cae agua de la vela
como si lloviera, no hay viento. Destazamos el atún en sus diferentes
preparados. Cuando hemos terminado una caña se pone a “cantar” parece que es
grande, ya que tira bastante, cuando se acerca al barco vemos que viene muy
profundo, los colores celestes delatan su posición, cuando ve el barco vuelve a
tirar con fuerza, poco a poco lo vamos trayendo, cuando está junto al casco
vemos “QUE ES UN TIBURÓN”. Tendrá aproximadamente un metro, al intentar
clavarle el gancho pega un fuerte tirón y se escapa en nuestras narices. La
verdad es que hemos sentido pena por no poder hacerle una foto, pero luego lo
hubiéramos tirado de nuevo al mar. José Francisco ha disfrutado de su pesca,
aunque no quede testimonio gráfico. Es el primero que pesco en todas mis
navegaciones, también cogimos otra vez un pequeño pez espada que también se nos
escapó.
Hoy el Ángelus es a base de tartar de atún. Eduardo está
segregando jugos gástricos desde por la mañana.
A las 2 de la tarde estamos fondeados en una de las bahías de PORTO
MALFATANO, aguas turquesas, costas de piedra roja y vegetación verde, calma
absoluta. Preparamos el marmitako para la cena, Clarisa ha preparado el otro
lomo bajo con encebollado, los dos lomos altos son para mojama.
Invitamos a una pareja de franceses
que navegan solos, a tomar una copa. Llegan a la hora de cenar con lo que
también participan en el marmitako con nosotros, resultaron muy agradables.
JOSÉ FRANCISCO
Sólo una reflexión, de carácter
ecológico, sobre un pensamiento que me ha asaltado después de la pesca frustrada del tiburón. Se
trata de un auténtico problema de conciencia; ecológica, se entiende, no
religiosa.
Si Marcelino lo hubiese enganchado
con el arpón, el bicho hubiese entrado a bordo; con precaución para no recibir
una dentellada, lo hubiésemos rematado, y después de la indispensable foto lo
hubiésemos devuelto al agua. Habríamos matado un animal de forma absolutamente
gratuita. ¿No hubiese sido un delito ecológico?
Tal como han transcurrido las
cosas, el tiburón ha vuelto vivo al agua, y como es un depredador, seguirá
comiéndose a otros animales más indefensos que él. ¿No hubiese sido mejor
matarlo?
Espero que mi hijo Carlos,
entendido donde los haya en cuestiones de ética en el mundo animal, nos
resuelva este dilema.
CLARISA
Estamos en Sardinia, otra recalada,
una vez más buscamos el lugar de fondeo donde nos dirigimos apresurados pero
tranquilos, hemos llegado. Después de 44 horas de navegación ver tierra es como
un descubrimiento.
En esas horas ha habido de todo, falta de viento, viento de
morro, viento fuerte que originó mar gruesa y el confort del barco se tornó en
cabeceo constante donde estar abajo o dormir era una odisea. Pasamos esos
momentos como pudimos unos mejor que otros, los que nos mareamos un poco peor
pero como en la vida esos ratos pasan y en cuanto regresa la tranquilidad y la
visión de un mar azul y encalmado todo se olvida.
Y aquí estamos en una cala
pasado el cabo Spartivento gozando del baño, del paisaje y por supuesto de la
compañía. Mañana nos espera otro bonito día y mientras tanto a disfrutar de la suerte de poder estar donde quieres y
haciendo lo que te apetece. Hasta prontito
No hay comentarios:
Publicar un comentario